lunes, 16 de julio de 2012

Luz de Luna

él: Apagué la luz; pero la de la luna que entraba por la ventana, daba directamente en tu cara. Ahí estabas, de costado, rozando mi cuerpo con tus piernas, tu mano izquierda debajo de tu cara. Tenías el pelo todavía alborotado con mi urgencia de mimarte. Podía ver perfectamente cómo la línea de tu frente se iba desdibujando entrando en ese instante leve al paso del sueño… la comisura de tu boca tenía el rictus de la última sonrisa que se te escapó cuando mordí tu cuello. Tu respiración bajaba, y yo trataba de acompañarte en el inhalar… exhalar… No me daba miedo la ira de los dioses por el pecado de mi lujuria, contrariamente; les agradecí el acto de bendecir ese instante…

Ella: Noté como apagabas la luz, aunque aún sentía destellos de claridad, los notaba a través de mis parpados cerrados. Ahí estabas, te sentía a mi lado, tu cuerpo siendo rozado por mis piernas, coloqué mi mano izquierda debajo de mi cara. Ni siquiera me atusé el pelo por la urgencia de recibir tus mismos. Me relajaba entre la vigilia y el sueño, notando como laxamente me dejaba ir… recordando como mordías mi cuello. Mi respiración baja de intensidad… No me da miedo la ira de los dioses por el pecado de mi lujuria, contrariamente; les agradecí el acto de bendecir ese instante…

él: Recorrí con mis dedos el borde tu cara, tu oreja, tu barbilla; puse un beso en mi dedo y lo dejé en tu boca. Con ternura de amante recorrí tu espalda… tu cintura, tus caderas, tus vellos me devolvían la caricia, irguiéndose suavemente. Te tapé despacio, tratando de grabar a fuego en mi mente el color de tu piel, la textura de tus brazos, el aroma de tu cuello… Cerré los ojos para ordenar todos los casilleros donde estabas en mis sentimientos. Disfruté egoístamente el olerte, verte, tocarte; gusté de nuevo el sabor de tu primer beso al último… volví a oír tu jadeo del último paso al placer.

Ella: Siento como tus dedos recorren el borde mi cara, mi oreja, mi barbilla; escucho un beso (no se si sueño) y noto tus dedos en mi boca. Tus fuertes manos de amante recorren mi espalda… mi cintura, mis caderas, toda mi piel se eriza en respuesta por tu toque. El cosquilleo de las sabanas recorre mi cuerpo, despacio… con parsimonia… la brisa entra en la estancia y huelo al hombre que anhelo, mi amigo, mi amante, mi hombre, mi sumiso, lo imagino, su tacto, su sonrisa, su ser… me centro en mi visión de los sentimientos intentando ordenarlos. Disfruté egoístamente de olerte, verte, tocarte; gusté de nuevo del sabor de tu primer beso al último… volví a oír tu jadeo del último paso al placer.

él: El placer de esta increíble realidad de habernos hecho un puente en nuestras almas, en nuestros cuerpos. Cóncavo, convexo, plano, íntegro. El placer de la increíble realidad de saber que ninguna palabra va a tener fuerza tan contundente como la de esos abrazos, queriéndonos meter más en el cuerpo del otro; buscando el orillo del alma para pegarlos. El placer de la increíble realidad de sentir que nuestros cuerpos tienen sabiamente la acción del imán… como si fuera todo tan natural. Sin esfuerzo, sin escarnio, sin el dolor ambiguo de la conquista; con la única certeza de haber encontrado (y saber que nada ya va a cambiarlo) ese abismo de placer vertiginoso donde caemos sin querer dejar de hacerlo.

Ella: El placer de sentir que estamos unidos en cuerpo y alma. Lleno, vacío, piel con piel. El placer de saber que tus besos y tus abrazos, así como el deseo de poseerte, la querencia de nuestros sabios cuerpos sobre nuestras realidades, son un hecho irrefutable… como si fuera todo tan natural, todo esto y más que ni sé ni quiero expresar con palabras, te hace mi “pertenencia” en este instante. Despacio, sin más sudores que los propios del deseo, sin egoísmos ni celos, con la única certeza de haber encontrado (y saber que nada ya va a cambiarlo) ese abismo de placer vertiginoso donde caemos sin querer dejar de hacerlo…

él: Recorro tu mano con la mía… acariciándola centímetro a centímetro, copiándome el calor que tienen. Dedo por dedo, disfruto la lejanía del primero al último, para tener que volver… Se me escapa una sonrisa reconociendo y agradeciendo que sea una parte tan importante de esta nuestra historia… Es el medio hacedor de habernos conocido; de nuestras charlas de chat, del: Buen día, cómo estás? ...

Ella: Siento tu mano sobre la mía… acariciándola (dejo que lo hagas) percibiendo el calor de tu palma sobre la mía. Recorres cada dedo, dejándolos huérfanos a tu paso, cada uno de ellos anhelando el toque recibido y deseosos de que vuelva a producirse… y lo hace. Pienso en como esa parte de nuestros cuerpos es la causante de nuestra historia de placer y entrega…es el medio hacedor de habernos conocido; de nuestras charlas de chat, del: Buenos días, todo bien?...

él: Vuelvo a mirarte… saco conclusiones manifiestas de certezas simples e inobjetables como la de amarte. Con o sin razones. Sencillamente amarte. Porque Cupido con Venus arreglaron esto, y yo no guardo mi flecha.

Ella: Siento tu mirada sobre mí… saco conclusiones claras de hechos irrefutables como amarte. Con o sin razones. Te amo. Porque Eros y Afrodita arreglaron esto, y yo guardo la flecha.

él: Acabo de entender aquello de arráncame la vida… Pienso qué esencia funda la tuya, y simplemente la sé. Pienso qué inmensa gratitud viene a mí, sólo mirándote. Le compro este instante al diablo, sin importarme que ruede los siete anillos de Dante el resto de lo que me quede de vida y de muerte… Te deseo.

Ella: Acabo de saber que tu vida es mía… Pienso que esencia funda mi vida, y simplemente lo sé. Pienso que inmensa dicha me invade solo sintiéndote. Le compro este instante al diablo, sin importarme que ruede los siete anillos de Dante el resto de lo que me queda de vida y de muerte… Quiero que seas Mio.

él: Me acerco a ti, despacio…. Me intuís. Paso mi mano por tu pelo, por tu nuca; tu pecho sube respirándome, tu boca espera la mía, y decido darte el mejor beso de mi vida... orgulloso de regalártelo. Me abrazas decidida y sin urgencia; con el suave acto de dejar mi pecho en el tuyo, vientre contra vientre, tu sexo en el mío… un único escalofrío me recorre el cuerpo. Nítido, real como la verdad.

Ella: Siento tu presencia cerca, despacio… Notas mi apreciación. Tu mano acaricia mi pelo, mi nuca; respiro con dificultad, quiero tu beso y te lo hago saber, me das el mejor beso que he recibido en mi vida… me haces sentir orgullosa de tu regalo. Te abrazo con decisión, sin urgencias, con mi ser; con el intimo acto de dejar mi pecho contra el tuyo, vientre contra vientre, tu sexo en el mio… un único escalofrío me recorre el cuerpo. Nítido, real como la verdad.


él: Abro los ojos y con ironía entiendo…

Ella: Abro los ojos y con ironía entiendo…

él: La próxima vez que te sueñe tan real, prometo no venderle nada al diablo.

Ella: La próxima vez que te sueñe tan real, prometo comprar tu alma.


Insumisa y destellos{}

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